Texto de presentación
Ductus
Convertir nuestro gesto en forma. Dejar traza. Muchas veces
nos enfrentamos al espacio como un afuera, como un escenario o un documento en
blanco, por el que podemos transitar y dejar nuestros residuos como si fuera
simplemente un derecho. Raras veces pensamos nuestro paso como una
invasión. Pero ¿por qué no plantearnos la creación como una
construcción de percepciones más que de artefactos? Llegar a las cosas por
sedimentación. Llegar a la forma en vez de arrojarla al espacio.
En las intervenciones en el medio natural que realizan Rosa
Rodríguez y Joaquín Jara hay una escucha profunda de los tiempos de la materia.
Por eso si bien de sus trabajos permanecen como cosas sólo algunos fragmentos,
en los bordes de estos se pueden reconocer las densidades del espacio en donde
fueron tomando forma. En ellos hay más de un hacedor, hay muchos. El ductus no
lo imponen las manos, la inscripción de la obra en el espacio es más bien una
conversación afectiva donde la frase que comienza el gesto del artista la
continúan los elementos, los otros seres. Los materiales ejercitan un devenir
inverso, son materia devuelta a su ambiente. En un lenguaje descriptivo se
diría que se degradan, en una lectura poiética diríamos que descienden.
A campo abierto son imposibles los soliloquios.
rostro paisaje
Rostro y paisaje coinciden en la mirada. La mirada es la
superficie donde ambos se tocan y también donde se superponen. Las calidades de
la mirada son al fin, las que definen las distancias y la forma del espacio.
El paisaje es siempre un punto de vista y muchas veces lo
asociamos a una imagen plana y extensa que nos enfrenta; una imagen que se
percibe externa y que si no prestamos atención nos lleva a una mirada de
turistas, estereotipada y distraída.
Pero un punto de vista también puede ser un punto de presencia, el que reconoce
el paisaje en el entorno, en las imágenes que no llegan al ojo sino a la
piel. La conciencia del cuerpo como
punto cero de las distancias. La conciencia del cuerpo como una dimensión inversa
e íntima del paisaje. La conciencia del cuerpo como fricción continua por la
que la percepción genera espacio.
En las piezas de Rosa Rodríguez y Joaquín Jara hay un
silencio de intimidad protegida. Son obras que se dejan ver pero no se
muestran. Para ser leídas, es necesario recuperar en la mirada el afecto del
tiempo.
Es por esto que en rostro paisaje los materiales, las
densidades y los espacios aparentemente vacíos suman un pliegue más, dan forma
a una re-unión de multiplicidades. Sus conexiones son incontables, porque
aunque las piezas son autónomas - cada una acumula un origen, un crecimiento,
un viaje - su encuentro es dialógico y se reactiva con cada presencia; los pasos de cada visitante, con sus trayectorias
y sus pausas, dibujarán un nuevo mapa
físico y perceptivo.
Como los rostros, como los paisajes, la forma aún la más sólida,
recuerda.
Eugenia García Sottile