Exposición: rostro paisaje - OCCC Octubre Centro de cultura contemporánea - Valencia 2015




Texto de presentación




Ductus
Convertir nuestro gesto en forma. Dejar traza. Muchas veces nos enfrentamos al espacio como un afuera, como un escenario o un documento en blanco, por el que podemos transitar y dejar nuestros residuos como si fuera simplemente un derecho. Raras veces pensamos nuestro paso como una invasión.  Pero  ¿por qué no plantearnos la creación como una construcción de percepciones más que de artefactos? Llegar a las cosas por sedimentación. Llegar a la forma en vez de arrojarla al espacio.
En las intervenciones en el medio natural que realizan Rosa Rodríguez y Joaquín Jara hay una escucha profunda de los tiempos de la materia. Por eso si bien de sus trabajos permanecen como cosas sólo algunos fragmentos, en los bordes de estos se pueden reconocer las densidades del espacio en donde fueron tomando forma. En ellos hay más de un hacedor, hay muchos. El ductus no lo imponen las manos, la inscripción de la obra en el espacio es más bien una conversación afectiva donde la frase que comienza el gesto del artista la continúan los elementos, los otros seres. Los materiales ejercitan un devenir inverso, son materia devuelta a su ambiente. En un lenguaje descriptivo se diría que se degradan, en una lectura poiética diríamos que descienden.
A campo abierto son imposibles los soliloquios.

rostro paisaje
Rostro y paisaje coinciden en la mirada. La mirada es la superficie donde ambos se tocan y también donde se superponen. Las calidades de la mirada son al fin, las que definen las distancias y la forma del espacio.

El paisaje es siempre un punto de vista y muchas veces lo asociamos a una imagen plana y extensa que nos enfrenta; una imagen que se percibe externa y que si no prestamos atención nos lleva a una mirada de turistas,  estereotipada y distraída. Pero un punto de vista también puede ser un punto de presencia, el que reconoce el paisaje en el entorno, en las imágenes que no llegan al ojo sino a la piel.  La conciencia del cuerpo como punto cero de las distancias. La conciencia del cuerpo como una dimensión inversa e íntima del paisaje. La conciencia del cuerpo como fricción continua por la que la percepción genera espacio.
En las piezas de Rosa Rodríguez y Joaquín Jara hay un silencio de intimidad protegida. Son obras que se dejan ver pero no se muestran. Para ser leídas, es necesario recuperar en la mirada el afecto del tiempo.
Es por esto que en rostro paisaje los materiales, las densidades y los espacios aparentemente vacíos suman un pliegue más, dan forma a una re-unión de multiplicidades. Sus conexiones son incontables, porque aunque las piezas son autónomas - cada una acumula un origen, un crecimiento, un viaje - su encuentro es dialógico y se reactiva con cada presencia;  los pasos de cada visitante, con sus trayectorias y sus pausas, dibujarán  un nuevo mapa físico y perceptivo.
Como los rostros, como los paisajes, la forma aún la más sólida, recuerda.
Eugenia García Sottile